No tomes decisiones reactivas
Responder impulsivamente puede llevar a errores costosos. Antes de actuar, analizá el contexto y asegurate de que no estás reaccionando por enojo, presión o urgencia del momento.
Incluso la decisión más urgente puede esperar un tiempo prudencial Cuando todo parece requerir una respuesta inmediata, detente un instante. Un respiro estratégico puede darte la claridad necesaria para no equivocarte bajo presión.
Esperar demasiado es procrastinar
El análisis es clave, pero el exceso de reflexión puede convertirse en parálisis. Si tenés suficiente información y claridad, no postergues lo inevitable.
Si no tomás la decisión, alguien lo hará por vos
No decidir también es una decisión, pero una que deja el control en manos ajenas. En gestión pública, ceder el espacio puede significar perder el rumbo de tu gobierno.
Consultá, pero con criterio
Hablar con un colaborador directo y con personas externas al problema te da perspectivas valiosas. La clave es elegir bien a quién preguntar para evitar el sesgo de la confirmación.
Las decisiones de gobierno deben ser 360°
Cada medida impacta en distintos sectores y tiene efectos colaterales. Antes de decidir, preguntate: ¿A quién beneficia? ¿A quién afecta? ¿Qué consecuencias imprevistas puede traer?
Decidir es elegir, y elegir es asumir costos
No se puede quedar bien con todos. Toda decisión implica sacrificios y resistencias. Lo importante es que esos costos sean menores que los beneficios obtenidos.
El bien común debe ser la brújula
Las mejores decisiones son aquellas que buscan el equilibrio entre lo necesario, lo justo y lo viable. Si no beneficia a la mayoría, quizás sea momento de reconsiderarla.